Miguel Ángel Asturias nació el 19 de octubre de 1899 en el barrio de la Parroquía Vieja, Ciudad de Guatemala. (El lector puede situar las ciudades en este mapa de Guatemala.) En conversación con Luis López Álvarez, Asturias cuenta "Nací en el momento en que nacía el imperialismo yanqui y se iniciaba en Guatemala una de las dictaduras más largas y feroces" (reproducido en Martin, "Cronología," 482). Más tarde en esta conversación dice "Yo, de niño, oía que hablaban [mis padres] y no decían 'El Señor Presidente...' sino 'el hombre...'. 'El hombre ha hecho ajusticiar a Mengano', 'el hombre está presiguiendo a Zutano...'. Todo en mi novela tiene un trasmundo" (reproducido en Martin, "Cronología," 482). "El hombre" de que habla Asturias es Manuel Estrada Cabrera. En 1904, la familia de Asturias se traslada a Salamá, capital del departamento de Baja Verapaz, porque sus padres eran "amenazados por el dictador Estrada Cabrera" (Martin, "Cronología," 483). Su padre era un juez, pero perdió su puesto al contradecir Estrada Cabrera. El lector debe tener en mente estes hechos al leer El Señor Presidente.
En su edición crítica de El Señor Presidente, Gerald Martin nos revela que, aunque la novela no fue publicada hasta 1946, el génesis de la obra fue un cuento corto escrito por el autor en 1917, antes de salir Guatemala para Europa ("Introducción," xxxiv-xxxv). Según Juan Olivero, amigo de juventud de Asturias, el autor desarrolló el cuento "para un libro de más de doscientas páginas, con el título de Tohil" (Martin, "Introducción," xxxv). Asturias refinó la novela entre 1922 y 1932 (Martin, "Introducción," xxxiv), pero todavía había mucho peligro para publicar la obra, especialmente en Guatemala. Finalmente apareció El Señor Presidente la primera vez en México publicada por Costa-Amic (Martin, "Introducción," xli). Esta breve historia de la formación de la novela es importante porque en 1967, cuando el comité del Premio Nobel le consideró, había una polémica contra Asturias. Se le acusó de haber plagiado la novela de la obra del 1926, Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán (Juan Olivero en Martin, "Introducción," xxxvi), pero ya sabemos que la acusación no fue fundada.
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